Damián Feldman

Aunque no podía negar que odiaba ver a Amelie actuando bajo la razón de la venganza, en mis pensamientos siempre iba a estar protegerla, de Armando y de quien fuera. No iba a permitir que, una vez más, le hicieran todo el daño que en el pasado le hicieron. Y me incluyo, le hicimos. Yo también fui un maldito miserable.

Sin embargo, mientras ella se empecinaba junto a Soraya y un bufete de abogados bajo mi nombre en destapar las verdaderas intenciones de Armando, yo, por mi parte, en complicidad con su madre y sus hermanas, preparaba algo distinto en casa. Algo que no tenía nada que ver con juicios ni venganzas, sino con ella, con nosotros, con lo que realmente me importaba. Y claro, junto a mi pequeño Joseph.

—Estoy muy nervioso, jamás celebré los cumpleaños de otras personas —le confesé a Hanna mientras inflaba un globo que casi se me explotaba en la cara.

—Bueno, la única y última vez que asististe al cumpleaños de Amelie, ella tenía dieciocho. Así que ya está, el tiem