Damián Feldman.
—¡Rosalía! —grité desesperado, arrojándome hacia ella. Estaba golpeada, con la boca partida, el rostro hinchado y la mirada perdida. El salvaje de mi tío la había maltratado como a un animal. La tomé con cuidado entre mis brazos. —Tranquila, te voy a sacar de aquí.
El fuego me recorrió el cuerpo. La solté con cuidado sobre la alfombra y me lancé contra Lorenzo. Lo tomé por el cuello, apretándolo con toda la furia que tenía dentro, y lo miré directo a los ojos.
—¡¡Eres el más grande hijo de puta!!. ¿Qué hiciste con mi hermana?
El desgraciado me mostró los dientes amarillentos, riéndose en mi cara.
—Damián… hasta que por fin decidiste venir a vernos. Solo le estaba dando una lección a la zorra de tu hermana.
—¡Maldito miserable! —le estampé un cabezazo que le rompió la nariz en un chasquido sordo. Lorenzo cayó hacia atrás, pero apenas tocó el suelo estalló en carcajadas enfermizas, manchando la alfombra con la sangre que le brotaba a borbotones.
—Todo esto se va a ir a