Retrocedí de forma inmediata, por puro instinto de supervivencia. Lo vi quitarse la abrigadora chaqueta de invierno, lanzarla por ahí y caminar a paso lento hacía mí.
En sus manos llevaba una botella de agua que no dudó en dejar sobre el pequeño mueble de la entrada. Entretanto, yo solo pude mirarlo, sin saber cómo comenzar a justificar el desastre que fue mi presencia en la velada
—Lamento lo que pasó hace un rato —dije, como si con eso pudiera apaciguar su visible enfado—. No sé todavía qué sucedió, no entiendo, pero… lo lamento, de verdad.
—¿No entiendes o no quieres entender? —mencionó, al mismo tiempo que se desabrochaba los puños de la camisa. Me vi caminando hacia atrás, como si supiera que nada bueno pasaría en ese momento—. Yo creo que entiendes perfectamente lo que pasó. Es más, como sé que lo sabes, será mejor que me digas qué diablos hacías allá adentro vestida con esos trapos.
Toqué mi vestido de forma instintiva y miré hacia atrás tratando de escapar; sin embargo, antes