Capítulo 120. No basta con alejarse
Michael fue al departamento de soltero que don Massimo le había dado acceso.
En Milán, Diego vivía en la casa Coppola, junto a su padre, pero la pequeña Daphne y su esposa Rebeka estaban allí, para Michael le vendría mejor un lugar solo.
Entró y se quitó el arma y pertenencias sin prestar atención en guardarlas, las tiró en la primera mesa que encontró.
Se sentía como si todo el agotamiento acumulado de cinco años los sintiera ahora. Solo quería dormir.
Afortunadamente siempre le tuvo aversión a las drogas, de ser un adicto como Diego la decepción lo hubiera llevado a recaer.
Escuchó ruido en la casa y tomó de nuevo su arma y la apuntó hacia el polizón.
Pero bajó el arma al ver que era Alessandro que salía de la cocina con un sándwich a medio comer.
Alessandro levantó las manos sin bajar el sándwich.
—Soy yo, al menos que sea a mí qué quieres volarle la cabeza.
Michael no tenía ganas de hablar, así que solo murmuró: “cómo sea” y se metió a su habitación