Fernando
A veces creo que Dios me está probando. O castigando. O tal vez… simplemente me está recordando que sigo vivo. Porque si no fuera así, no habría forma de explicar lo que me hace sentir esa mujer.
Ese domingo me desperté más temprano de lo normal. Pues la madre superiora a última hora decidió que tenía que quedarme.
Me sentía inquieto, con el cuerpo encendido y el alma revuelta. Me vestí con rapidez y caminé hacia el patio para respirar un poco de aire fresco antes de iniciar los oficios. Fue ahí cuando la vi.
Sofía.
Estaba sola en medio del jardín, con el cabello suelto y unos shorts diminutos que dejaban ver sus muslos dorados por el sol. Movía las caderas al ritmo de una canción que sonaba en sus audífonos. Su blusa corta dejaba al descubierto su abdomen plano y firme. Estaba bailando como si no hubiera mañana, como si el mundo fuera suyo y nada la detuviera.
Sentí que la respiración se me detenía. Mi corazón empezó a golpearme el pecho con tanta fuerza que temí que me del