Mundo de ficçãoIniciar sessãoEle era frio igual o inverno. Ela era quente igual o verão. Ele a magoou. Ela finge que o odeia. Ele não queria amor. Ela ainda ama ele. Alexa era a garota comum mais fora do comum que ele conhecia, cheia de falhas, mentirosa compulsiva, sem muitas ambições, uma completa catástrofe, e uma coragem que excede a estupidez, ela vivia no presente, cada dia como se fosse o ultimo, sem grandes expectativas sobre o futuro. Ela era o oposto dele. Nathaniel levava sua vida ditada por regras, e a mais importante delas era que ele nunca mais abriria o seu coração para o amor, ele vive ancorado aos traumas do passado. Ele precisa se casar em menos de um ano ou perdera maior parte de sua herança. Ela precisa de um noivo urgentemente devido a uma mentira e para que finalmente possa se ver livre das chances de sua mãe tentando ser o cupido. Os dois não esperavam que acabariam por ser o par im-perfeifeito. Agora ele serão obrigados a conviver em um casamento por conveniência, durante um ano, mesmo não se suportando e passando maior parte do tempo lançando farpas um para o outro.
Ler maisCapítulo 1.
Determinación En la habitación al final del extenso corredor de la Hacienda Montenegro, Valentina se arregla para lo que será su gran día. Ella se está mirando al espejo cuando de repente un reflejo extraño aparece en su visión, animándola a voltearse para ver a quien será su futuro esposo. —¿No le han dicho que ver a la novia antes del matrimonio trae mala suerte, joven? — Pregunta Valentina con tono calmado. Ricardo la mira unos segundos, intercambiando mirada con Valentina, quien lo sigue hasta verlo sentarse en el sofá. —Eso solo sucede en los matrimonios reales, no te preocupes, quizás debas asegurarte de que no pase en tu próxima boda. Valentina lo mira en silencio, imaginando a qué ha venido. —¿Me dirá a qué ha venido?— Pregunta sin rodeos. —Vine a hablar con mi futura esposa. —¿No piensa huir? Pensé que eso haría; estuve pensando que saldría de aquí y caminaría al altar; todos afuera estarían murmurando que se ha ido y me dejó plantada. Ricardo sonríe, dulce y amargamente atractivo, tan guapo, dejando ver esos impecables dientes blancos. —Eso suena tentador, pero no estoy interesado en huir; tu comentario me hace entender que mi abuelo te explicó la situación. —Lo hizo —responde ella indiferente. —Perfecto, eso me ahorra el discurso; solo viene a dejarte unos puntos claros antes de que toda esta farsa comience. —Ella asiente con la cabeza y toma asiento frente a él. —Lo escucho —dice ella muy serena. —Escucha, Valentina Casanova, quiero que sepas y entiendas antes de tomar la decisión de salir allá afuera y firmar ese contrato, que lo único que puedo ofrecerte de esta alianza es el título de esposa. A partir de ahora, tú solo seguirás tu papel y no interferirás en mis asuntos. En cuanto se cumpla el plazo, nos divorciaremos y será como si nada de esto hubiera pasado. No esperes mucho más de mí, porque esto es lo único que puedo ofrecerte; no estoy interesado en involucrarme románticamente contigo. Aquellas palabras firmes y duras retumban en la mente de Valentina, su corazón sintiendo una presión en su pecho ante el imponente hombre que se convertirá en su esposo, el prestigioso heredero Ricardo Montenegro. Un reconocimiento que para ella es una gran fortuna según los comentarios de la gente del pueblo, convirtiéndose en la envidia de muchas de las damas pueblerinas de Yucatán-México, ante lo que representa ser la esposa de uno de los Montenegro, la familia más poderosa de Yucatán, sin saber las verdaderas razones detrás de esta apresurada unión. —Lo entiendo perfectamente; de hecho, ya conversé los términos con su abuelo. No se preocupe, no estoy interesada sentimentalmente en usted, ni busco aprobación de ningún tipo; si me caso hoy con usted es por gratitud con su abuelo, nada más. Pierda cuidado, sé cuál es mi lugar. Sus palabras sorprenden a Ricardo, un hombre acostumbrado a ser el centro de atención, al que todos le temen y piensan dos veces para responderle, siendo Valentina la primera en cuestionarlo, pero lo toma con indiferencia, él un Montenegro y no permite que esas cosas calen en su mente. —Perfecto, aclarado todo este asunto, te espero en el altar… Ricardo se levanta dejando sola a Valentina, quien no puede moverse de su lugar. Este encuentro la ha dejado con un mal sabor; si solo el abuelo Pablo no estuviera de promedio, ella ya hubiera renunciado a esta locura. —Valentina, querida— Aparece una de las criadas.—ya todos esperan por ti. El joven Ricardo ya está en el altar. ¿Estás lista, mi niña? Valentina suspira mirando su reflejo una vez más en el espejo. —Lo estoy, Paloma, vamos. * Mientras Valentina camina hacia el altar, sus pensamientos la llevan a hace diez años atrás. Vicente, el padre de Valentina, quien trabajaba como capataz en la hacienda Montenegro, se vio en apuros en un deslizamiento de tierra en medio de una obra en las afueras de la hacienda, donde el señor Pablo Montero, el monarca de la familia, se vio atrapado entre el descenso. Para salvar a su patrón, Vicente arriesgó su vida, exponiéndose ante él, lo que lo llevó a ser sepultado por enormes rocas. Ante este gesto de humanidad, Pablo juró proteger a Valentina y hacerla una mujer de bien, lo que convirtió a Valentina y a su madre en una de las protegidas de la gran familia. A pesar de sus presentes herederos, nadie se atrevía a interponerse en las decisiones del monarca, temerosos de ser desheredados, su palabra es ley y por eso se ha hecho respetar su decisión hasta ahora sobré esta unión. Valentina ve a su alrededor: amigos, familia y conocidos de los Montenegro ocupan las sillas en el jardín; son pocos los allegados de Valentina, muchas personas que no esperaban que esto fuera posible y mucho menos ella fuera la novia están presentes. Hace apenas ayer, su reencuentro con Ricardo había causado expectativas en ella; recordar todo lo que pasó hasta ahora es un recuerdo amargo que la llena de incomodidad, mientras dirige sus pasos sobre la larga alfombra roja del brazo de Pablo, quien la guía hacía Ricardo. * Flashback, 24 horas antes. Horas de vuelo. La familia Montenegro está de vuelta; todo el pueblo estalla en murmullos. Valentina, quien estaba en el campo, va a gran velocidad en su caballo para recibir a Pablo. En el momento en el que los autos se estacionan, Pablo la ve venir galopando; su presencia es notada por todos, es la belleza de Yucatán, todo el que la ve pasar la admira; incluso para Ricardo no es indiferente la atención que recibe. —¿Esa es la rancherita? —Las palabras de Paulina se quedan en el aire ante la presencia de Valentina. —Oooh… —dice deteniendo su caballo—. ¡Abuelo! —Exclama con alegría, Valentina bajando de su caballo de un salto. Ella se incorpora rápidamente, quitándose su sombrero en señal de respeto ante los presentes y su abuelo, cautivando la vista de todos los que la notan, su belleza; es una mujer de tez clara, de 1.70 cm de alto, de hermosos ojos color miel con grandes pestañas, labios gruesos y nariz respingada, de cabello castaño, lizo, que le llega a las caderas, con un cuerpazo de diosa que sin duda captura la atención completa de la familia que se preguntan, ¿Dónde está la niña mugrosa que jugaba con el fango y siempre estaba sucia? —Bienvenido, abuelo. —Valentina le da un beso en la mano a Pablo, quien le acaricia la mejilla en respuesta. —Mi pequeña, permíteme presentarte a mi familia, aunque ya se conocían; quizás no lo recuerdas, mi hijo, Darío. —Valentina, qué rápido pasa el tiempo, ¿20 años tienes ya? —Así es, patrón, bienvenido. —Muchas gracias, ¿recuerdas a mi esposa Rocío? —Sí, la recuerdo, bienvenida, señora Palma. —Rocío la saluda con indiferencia, pese a que ella también es una mujer que salió del campo; olvidó por completo sus raíces, dejando la mano de Valentina extendida con arrogancia y una expresión despectiva. —Ella es la pequeña Paulina, la que se fue con solo 1 año de edad. —dice Darío, atrayendo a Paulina, quien la rechaza de golpe al igual que su madre. —No, qué asco, huele a estiércol y está sudada, no quiero tocarla, papá, que se aparte la rancherita. Su comentario incomoda un poco a Valentina, quien se aparta. —Lo lamento, señorita, no sabía que vendrían; estaba en el campo revisando la cosecha. —No te disculpes, hija, Paulina no tiene educación; la ciudad le comió el cerebro.— Responde Pablo arrogante. —¡Abuelo! —exclama Paula furiosa. —Ignorala. Valentina, querida, ¿te acuerdas de Ricardo?— Pregunta Pablo atrayéndola hacia su nieto. Ella ya lo había notado de reojo, sus miradas por fin se encuentran y es como si los recuerdos volvieran a la mente de Valentina, viaja al pasado dónde ella solía seguirlo sucia y con ropa desaliñada a todas partes, ella solía esconderse para verlo jugar con el resto de los pueblerinos, en aquel entonces Ricardo tenia 15 años, y era un joven admirado por todos, en especial por ella quien lo veía como si él fuera un ángel caído del cielo, y verlo ahora es un shock para ella, él ha cambiado, ahora frente a ella está un hombre de 25 años, muy atractivo, de ojos azules como el cielo, tez clara, cabello castaño oscuro, de buen físico, con una estatura de 1.90 cm de alto, que irradia elegancia y un olor a perfume costoso imposible de ignorar. —Bienvenido, joven. —Ella no se acerca, apoya su sombrero en su pecho, inclinando la cabeza ligeramente ante él. —Gracias. ¿Me indican cuál será mi habitación? Necesito descansar. —Valentina, por favor, guía a Ricardo a la habitación principal del lado norte. —Sí, abuelo, como órdenes. Sígame, por favor. Ella le señala el camino y él la sigue en silencio; ninguno de los dos menciona palabra hasta llegar a la habitación. —Adelante, joven, ¡bienvenido! ¿Necesita algo más? —No, puedes retirarte. Ella, sin decir nada más, sale de la habitación, dejando a Ricardo muy tenso, él suelta su bolso al suelo con pesadez y se sienta en la cama con fastidió. En cuanto a Valentina, ella regresa al salón rápidamente, incorporándose una vez más con Pablo quien ya la espera. —Valentina, querida, vamos a mi despacho —dice el hombre poniéndose en pie con ayuda de su bastón, ignorando la presencia de su hijo y su nuera. —Lo sigo, abuelo. —Responde con timidez, ayudando al hombre a cruzar la puerta del despacho. Al estar solos, lejos del caos que han dejado afuera, Pablo se dispone a hacerle una petición. —Valentina, querida, ven siéntate a mi lado...— Valentina no duda, se sienta a su lado y Pablo la toma de la mano—mi niña, hace años dijiste que harías lo que fuera por hacerme feliz. Valentina se extraña por sus palabras pero rápidamente busca una respuesta. —Lo haría, abuelo; lo que me pida usted, para mí es un gusto poder hacerlo, quiero que sea feliz. —Valentina, he ido al doctor, como te había informado. —¿Qué le dijeron, abuelo? ¿Está bien? —Me temo que no, querida, mi situación de salud no es de gravedad, pero sí es delicada; debo cuidarme bien y tener mucho descanso, reposo. —Abuelo, yo cuidaré de usted, no se preocupe por nada, yo me haré cargo de todo. —En eso he estado pensando, Valentina, en que este lugar es muy grande, son muchas responsabilidades para ti… —Toma su mejilla y ella la acaricia. —Lo haré, abuelo, le prometo que no voy a defraudarlo. —Escucha, Valentina, he traído a mi nieto Ricardo para que se haga cargo de mis deberes en la hacienda. Valentina, hija, lo he estado pensando y yo quiero que tú te cases con Ricardo y que juntos velen por el patrimonio de la familia Montenegro.AlexaO sol daquela manhã parecia brilhar mais forte que o normal. O jardim da nossa casa estava cheio de balões coloridos, risadas e o cheiro doce de bolo recém-feito. Um arco com o nome dos nossos trigémeos, Noah, Dante e Diana, balançava levemente com o vento.Era o segundo aniversário deles, dois anos desde o dia em que o mundo mudou completamente. Dois anos desde que o caos virou harmonia, desde que dor virou riso, e desde que eu descobri o verdadeiro significado de família.As crianças corriam pelo gramado, não só os trigémeos mas os filhos de todos os nossos amigos. A casa estava realmente cheia. Eu sempre me imaginei levando uma vida assim, leve e cheia de alegria.Eu observava tudo de longe, encostada na varanda, sentindo aquele tipo de paz que só vem depois da tempestade.— Volta aqui seu pestinha. — Alex gritou, correndo atrás do pequeno aventureiro.Bom, ele estava mais para um pequeno diabrete.Eu ri observando meu melhor amigo correndo atrás do seu sobrinho, Noah. El
Nathaniel A água parecia engolir o mundo.Por um segundo, tudo o que ouvi foi o som surdo do meu próprio coração batendo nos ouvidos. O grito dela ainda ecoava dentro de mim quando mergulhei. O som mais desesperado que já ouvi. A imagem dela sendo puxada para a borda do cais, as mãos se debatendo no ar, os olhos arregalados de pavor, foi a faísca que me fez saltar sem pensar.Não importava o frio, não importava o medo. Só existia ela.Quando a água gelada me atingiu, senti o choque percorrer o corpo inteiro, mas a dor não era nada comparada ao desespero que me rasgava por dentro. Abri os olhos e só vi borrões. Ela estava lá embaixo, afundando rápido, o vestido amarelo rodando como uma mancha pálida na escuridão da água.O pânico subiu pela minha garganta.Eu me forcei a nadar, a atravessar aquela distância que parecia impossível.Não, por favor… não, não agora, pensei, enquanto estendia a mão.Consegui agarrar o braço dela, e foi como segurar um corpo sem força, mole, submisso à cor
AlexaSangue expirou em meu rosto. Um. Dois. Três... Meu coração desacelerou. O homem caiu desvivido no chão enquanto ainda segue a minha mão. Olhei pro buraco de onde o sangue escorria pela sua testa, meu estômago revirou e vomitei ao lado do corpo.— Garota você da muito trabalho! — ela sorriu, histericamente, a arma firme em sua mão. — Tudo poderia ter sido mais fácil, se você simplesmente tivesse ficado longe dele, a Itália seria um bom recomeço. Mas não, você tinha que voltar e estragar tudo, você e esses mesinhas em seu ventre.— Nathaniel não te ama, não vê que você só causou mal a ele. — falei, a voz arranhando minha garganta. Recuei para trás lentamente, meu olhar fixado já sua arma. Ela estava instável.— Cala boca sua vadia mentirosa. — gritou alto e meu corpo teve um salto, assustada. Ela bateu em sua cabeça com a arma. — Nathaniel me ama, mas para ele perceber isso você tem que morrer.Ela foi se aproximando, e a cada passo seu, eu recuava mais dois. Se ela não me matas
Horas antesAlexa Meus filhos estavam bem, mas meu coração não parava quieto. Era um inquietude que não passava, e cada gota de soro que corria para minhas veias, o coração apertava. Nathaniel havia saído para falar com o médico, já se passavam alguns minutos e nada dele voltar. Respirei fundo, tentando manter a calma. E foi quando Carl o outro segurança entrou pela porta, calmo e firme. — Vamos. — Ele ordenou, balançando a cabeça em direção a porta.Olhei pro homem confusa. Porquê ele estava apontando para a porta. Tem algum lugar em que o Nate precise que eu vá?— Vamos não tenho o dia todo! — repetiu, sua voz mais grave. Eu não sabia o que estava acontecendo ou o porquê dele estar me forçando a segui-lo até meu celular vibrar. Olhei para mensagem e para o homem a minha frente. — Venha comigo sem fazer barulho e ela não irá se machucar! Meu coração gelou com aquelas palavras, o aperto se tornou mais agonizante. O grito ficou preso em minha garganta enquanto o vídeo da minha
Nathaniel Merda! Merda! Merda!O som seco do meu punho contra a parede ecoa pelo quarto estéril do hospital. Meus dedos latejam, mas nem a dor consegue diminuir a angústia que está me consumindo. Como é que ninguém viu ela sair? Alexa estava aqui, deitada nesta cama, o soro ainda pela metade, pálida, frágil. E agora simplesmente sumiu. É como se tivesse evaporado, e ninguém, absolutamente ninguém, sabe de nada.Meu coração bate tão forte que parece querer romper minhas costelas. Sinto que algo de muito errado está acontecendo. Ela não está recuperada. Não pode estar andando sozinha por aí, ainda mais com Megan e Daniel foragidos. O simples pensamento desses dois nomes me dá vontade de quebrar mais do que paredes.— Senhor Carter, peço que se acalme. Sei que está preocupado, mas isso ainda é um hospital. — disse o Dr. Martin, o dono do hospital, tentando manter um tom sereno.Viro para ele, incrédulo. Como ele pode pedir calma em uma situação dessas?— Não me peça para ficar calmo! —
Alexa Eu sempre pensei que a gravidez fosse um período de calma, de aconchego, de espera paciente pelo milagre da vida. Mas comigo, tudo parecia uma batalha constante. Carregar três corações batendo dentro de mim já seria, por si só, suficiente para me consumir, mas ainda havia o passado, as dores mal resolvidas e os fantasmas que insistiam em me perseguir. Mais uma chance. Mas eu não me sentia preparada para dar a ele mais uma chance, entretanto mesmo assim, aquelas palavras saíram da minha boca. O nome dele ecoava na minha mente. Nathaniel. Ex-marido. Ex-amor. Talvez-futuro. Tudo tinha se despedaçado por causa de uma armação cruel da ex dele, uma mulher que parecia viver apenas para nos destruir. Mas nada teria desmoronado se ele confiasse em mim. Eu realmente queria dar uma segunda chance a ele, mas quem não acreditava mais nele agora, era eu. Mais uma chance. Eu jurei que não voltaria atrás. Que não deixaria meu orgulho ser pisoteado outra vez. Era melhor suportar a










Último capítulo