Julie se apartó del agarre de Sean con fuerza contenida, sin una palabra más. Sus ojos aún brillaban, no por el reflejo del sol en los pasillos… sino por todo lo que ya no podía ocultar. Caminó hacia la puerta de la sala, decidida. Quería aire. Quería distancia. Quería dejar de sentir por unos minutos.
Al abrir la puerta, justo del otro lado, Matías estaba por entrar. Vestía camisa clara, tablet en mano y expresión enfocada, como quien iba directo a su siguiente reunión con los inversores. Pero al ver a Julie frente a él, con el rostro turbado y los ojos rojos, se detuvo en seco.
—¿Julie? —preguntó, bajando la voz al ver su expresión.
Ella no respondió. Su mirada se perdió por encima de su hombro. Las lágrimas comenzaban a rodar sin fuerza, sin dramatismo. Solo caían.
Sin pensarlo demasiado, Matías la rodeó con un abrazo. No fue efusivo ni posesivo, pero fue firme. Protector. Honesto.
Julie respondió al abrazo, como si necesitara esa calma prestada en medio de todo el caos. Su re