Después de saborear el último bocado de pastel, Julie se reclinó levemente en su silla. No sabía si el azúcar la estaba descolocando… o si era la intensidad de la mirada de Sean que no dejaba de buscarla, como si intentara leer cada pensamiento oculto en sus expresiones.
—Jules —dijo él finalmente—, creo que hay algo más que falta.
Ella giró la cabeza lentamente y arqueó una ceja.
—Sean, ¿puedes esperar a que termine mi rebanada?
—No me refiero al contrato —aclaró él, apoyando un codo sobre la mesa mientras la observaba con media sonrisa—. Me refiero a que falta algo en esta cena. En este momento.
Julie tragó con esfuerzo. Su tenedor quedó quieto sobre el plato.
Sean se acercó suavemente y le levantó la barbilla con dos dedos. La luz de la lámpara reflejaba suavemente el brillo en sus mejillas. Sus ojos azules titilaban con una mezcla de nervios y adrenalina, y sus labios lucían más tentadores que nunca.
Bellísima, pensó. Y ahora tan cerca.
Cuando se inclinó apenas hacia ella, Julie s