—He traído el postre —anunció Julie, levantando una caja cuidadosamente envuelta.
—¿Pastel de merengue de limón? —preguntó Sean, arqueando las cejas mientras lo tomaba de sus manos—. Dime que lo hiciste tú.
—Ni de broma —respondió con una media sonrisa—. Lo compré en un sitio muy exclusivo, por supuesto. Me pareció apropiado.
—Gracias. Parece delicioso —dijo él, aunque sus ojos estaban claramente fijos en ella, no en el postre.
Julie se ruborizó. Lo conocía lo suficiente para saber que ese “delicioso” no hablaba precisamente del merengue.
Había tardado casi una hora en elegir el atuendo. Quería parecer casual. Accesible. Pero también quería que Sean la mirara como la mujer que había dejado atrás hace una década. Optó por unos pantalones de ante color caramelo y una camiseta color chocolate que se ajustaba como si la hubiera diseñado para ella. Se decía que era solo por elegancia. Solo por hábito. Solo porque estaba acostumbrada a vestir para impresionar.
Pero sabía que no era solo eso