Sean se detuvo junto a la entrada lateral de la sala de conferencias. No quería entrometerse, pero algo más fuerte que la curiosidad lo empujaba a acercarse.
Desde que Julie había aceptado casarse con él, se había transformado en una versión aún más intensa de sí misma. Su concentración era absoluta. Se había convertido en una mujer de negocios imparable, con una energía que incluso a él —que vivía al límite del perfeccionismo— lo dejaba perplejo.
Jamás la había visto así. Centrada, decidida, liderando a su equipo con autoridad y precisión. Iba vestida con un traje morado que resaltaba su figura y transmitía poder. El cabello recogido con elegancia dejaba al descubierto su cuello, y sus manos se movían con eficacia, tecleando por momentos y pasando documentos como si su mente procesara diez cosas a la vez.
Sean se quedó contemplándola desde el pasillo. En ese instante, comprendió por qué había accedido a su proposición. Su trabajo lo era todo. Su ambición, su disciplina, su capacidad