La fiesta había comenzado con el pulso contenido de lo exclusivo.
El salón privado lucía impecable: luces cálidas, columnas desnudas y un cuarteto de jazz tocando como si las notas tuvieran protocolo.
Sean saludaba con cortesía, asentía con diplomacia.
Trajes impecables, regalos envueltos con la precisión de quien sabe cuánto vale quedar bien.
Botellas de vino de colección, plumas firmadas, relojes antiguos.
Todo por él.
Todo sin llegarle del todo.
Entonces la sorpresa.
Savannah.
Vestido color vino, suelto pero ajustado en cintura.
Sonrisa clara, andar decidido.
Sean la vio acercarse y giró hacia Luca.
—¿Por qué está aquí?
Luca ladeó el rostro, desconcertado.
—No lo sé.
No estaba en la lista que manejé personalmente.
Lo investigo.
Savannah llegó, alzó una caja cuadrada envuelta en azul oscuro y papel mate.
Dentro, una botella de whisky: The Macallan “M” Decanter, edición limitada, más de veinte mil euros por una pieza con alma de humo y