La suite estaba en calma, con los platos vacíos aún sobre la mesa auxiliar y Matías roncando en algún rincón del sofá como si fuera dueño del mobiliario.
Emily había declarado retiro temporal y se encerró con auriculares en una habitación secundaria.
Sean se había recostado en el sofá más amplio, la sudadera puesta, una pierna estirada y el brazo cruzado sobre los ojos, como si estuviera a punto de dormir...
pero no lo había hecho.
No del todo.
Cada cierto tiempo, abría un ojo.
Y miraba hacia la habitación de Julie.
La luz estaba encendida.
La sombra de ella cruzaba de un lado al otro, a veces cerca de la ventana, otras al borde de la cama.
Movimientos suaves.
Pero nunca en posición de descanso.
Sean se sentó con lentitud.
Se levantó, caminó hacia la puerta, y tocó apenas con los nudillos.
—Jules… ¿estás despierta?
Del otro lado, la voz bajita.
—No podía dormir.
Sean se apoyó en el marco.
Ni insistió ni se fue.
Solo esperó.
—¿Quieres ai