CAPÍTULO 94. El Amanecer Inquieto.
El sol se asoma tímidamente por las cortinas, pintando rayas doradas en el suelo de la habitación. Alejandro duerme profundamente, la respiración rítmica y pesada del sueño satisfecho. Su brazo, fuerte y protector, aún rodea a Valentina.
Ella, sin embargo, no ha conseguido un descanso real. Ha pasado las últimas horas en un duermevela doloroso, sintiendo el ancla de su cuerpo y el tormento de su mente. Cada vez que el calor de Alejandro la arrulla, la imagen de Camila irrumpe, fría y clara. La intensidad de la noche anterior se ha convertido en una prueba: si él siente esto por mí, ¿por qué la trae a esta casa?
Con un cuidado exquisito para no perturbar su paz, Valentina se desliza fuera de la cama. El frío del suelo es un choque que la devuelve a la realidad. Recoge la bata que Alejandro tiró anoche y se envuelve en ella, sintiéndose expuesta, vulnerable.
Camina descalza hasta el baño. El espejo sigue ligeramente empañado por el vapor residual de su encuentro. Ella lo ignora y abre