CAPÍTULO 85. Amenaza inminente.
Isabela entra al despacho con un par de carpetas bajo el brazo.
—Aquí están los papeles que me pediste —dice, extendiéndoselos sobre el escritorio.
Alejandro asiente distraído, su mirada perdida en la ventana.
—¿Te encuentras bien? —pregunta ella, intentando captar su atención.
Él no responde, apenas mueve la cabeza.
—Alejandro… ¿Qué te pasa? —insiste Isabela, frunciendo el ceño—. No estás escuchando nada de lo que te digo.
Él parpadea, como si despertara de un trance, y finalmente murmura:
—¿Perdón? —murmura, la voz apagada.
Isabela suspira. Está acostumbrada a su jefe exigente, siempre atento a los detalles, nunca dejando un cabo suelto en los negocios. Esa distracción que percibe ahora no es común. Sabe, aunque nadie se lo ha dicho, que la fuga de Luciana sigue pesando en su mente.
—Rodrigo Santoro llegará dentro de dos días —dice Isabela, señalando el calendario con cuidado—. Solo quería recordarte que lo tendrás que recibir personalmente.
—Sí, claro —responde Alejandro, volvien