CAPÍTULO 59. Venganza en marcha.
Isabela respira agitada, con el cuerpo estremecido por los últimos vestigios del placer. Cierra los ojos un instante, permanece sentada sobre las piernas de Alejandro de espalda a él, mientras siente cómo él apoya su cabeza en su espalda, todavía jadeante. La cercanía de su cuerpo la hace estremecerse otra vez, un temblor que no sabe si es del deseo o de la adrenalina que la consume.
—Nunca imaginé cuánto me iba a gustar que me montaras de esta manera… deberíamos repetirlo —susurra, con un dejo de picardía y un brillo desafiante en los ojos.
Alejandro permanece unos segundos en silencio, con las manos aún aferradas a las caderas de Isabela. Su respiración, antes intensa y desbordada, disminuye poco a poco, hasta volverse un ritmo pausado y controlado.
Isabela se desliza de su regazo y, con movimientos felinos, vuelve a sentarse sobre él, ahora frente a frente. Sus ojos se clavan en los de él, fijos y desafiantes, pero en el fondo hay una mezcla de curiosidad.
—Dime una cosa, Alejandro