CAPÍTULO 10.
PARTE 1: Que no se te olvide
El tic tac del reloj de péndulo es lo único que se escucha en el despacho. Alejandro está sentado en el sillón de cuero, con la camisa arremangada y los ojos fijos en la chimenea apagada. Sostiene un vaso de whisky, pero no lo ha probado.
Aprieta la mandíbula.
No puede dejar que siga pasando. Se está ablandando. Lo nota.
Cada vez que Valentina lo mira con esa mezcla de temor y orgullo a la vez, algo en su interior se agrieta. No lo puede permitir. No después de todo lo que le arrebataron.
Tira el whisky contra la pared. El vaso estalla en mil pedazos.
Entonces suena el teléfono.
Suspira, se pasa una mano por el rostro, y contesta.
—Alejandro —dice la voz de su madre, fría y seca como siempre—. ¿Estás solo?
—Sí.
—Entonces escúchame. No olvides por qué te casaste con ella. Esa niña no es inocente. Lleva la misma sangre que el hombre que destruyó a tu padre.
Alejandro guarda silencio.
—¿Te estás encariñando con ella? —pregunta su madre, con un deje de desprec