PARTE 1: Que no se te olvideEl tic tac del reloj de péndulo es lo único que se escucha en el despacho. Alejandro está sentado en el sillón de cuero, con la camisa arremangada y los ojos fijos en la chimenea apagada. Sostiene un vaso de whisky, pero no lo ha probado.Aprieta la mandíbula.No puede dejar que siga pasando. Se está ablandando. Lo nota.Cada vez que Valentina lo mira con esa mezcla de temor y orgullo a la vez, algo en su interior se agrieta. No lo puede permitir. No después de todo lo que le arrebataron.Tira el whisky contra la pared. El vaso estalla en mil pedazos.Entonces suena el teléfono.Suspira, se pasa una mano por el rostro, y contesta.—Alejandro —dice la voz de su madre, fría y seca como siempre—. ¿Estás solo?—Sí.—Entonces escúchame. No olvides por qué te casaste con ella. Esa niña no es inocente. Lleva la misma sangre que el hombre que destruyó a tu padre.Alejandro guarda silencio.—¿Te estás encariñando con ella? —pregunta su madre, con un deje de desprec
Valentina, aún con el corazón latiendo rápido por la humillación sufrida, se detiene en uno de los balcones de la mansión. Necesita aire. Necesita no llorar delante de todos.Apoya las manos en la baranda fría y cierra los ojos un instante, respira hondo. La brisa fresca le revuelve algunos mechones del cabello, pero no le importa.—¿Puedo acompañarla? —pregunta una voz masculina, profunda, con un acento italiano sutil.Valentina se gira lentamente. Frente a ella, un hombre desconocido sonríe, impecable en su traje oscuro.—Luca Moretti —se presenta, haciendo una leve reverencia, como si estuvieran en otra época—. Un placer.Ella parpadea, sorprendida. No lo vio entre los invitados, pero su educación prevalece.—Valentina... Ferraro —responde, con una sonrisa suave, aunque sus ojos siguen mostrando dolor.—Lo sé —dice Luca—. Es difícil no fijarse en usted.Valentina baja la mirada, incómoda.—Es una noche hermosa —dice él, con voz serena—. Aunque para algunos parece estar llena de tor
Valentina está de pie frente al espejo, observando su reflejo con una mezcla de frustración y agotamiento. El vestido que ha llevado con tanta elegancia durante la cena ahora le parece un peso sobre sus hombros. Con una mano temblorosa, comienza a desabrocharse la cremallera, permitiendo que la tela caiga lentamente de sus hombros. Su piel está caliente, aún cargada con la tensión de la noche, y el aire fresco de la habitación se siente como un alivio, pero no puede quitarse la sensación de incomodidad.La cena había sido un circo, una sucesión de sonrisas falsas y miradas disimuladas.Está a punto de despojarse del vestido por completo cuando la puerta de la habitación se abre sin previo aviso. Valentina levanta la cabeza, sorprendida, y ve a Alejandro entrar. Su cuerpo se tensa al instante, su corazón da un vuelco. Antes de que pueda reaccionar, toma el vestido a medio quitar y lo sostiene frente a su pecho, tratando de cubrir su busto desnudo, aunque sabe que no servira de nada.—¿
La luz de la mañana se filtra a través de las cortinas, bañando la habitación con un resplandor tenue. Valentina se despierta, desorientada, siente una ligera presión en su cabeza y la piel aún cálida por lo vivido la noche anterior. Al abrir los ojos, la primera imagen que ve es la de su cuerpo desnudo, cubierto solo por las sábanas revueltas, y al lado, Alejandro, duerme. Su rostro está sereno, pero su postura es arrogante, como si el mundo entero le perteneciera incluso en el sueño.Un nudo de incomodidad se forma en su pecho. No sabe qué pensar ni qué sentir al despertar en su cama, con él ahí, después de todo lo sucedido. No quiere quedarse allí un minuto más. Se incorpora con rapidez, cubriéndose con las sábanas mientras se levanta.Con pasos ligeros, se dirige al vestidor, donde comienza a vestirse con rapidez, elige un conjunto simple.No quiere enfrentarse a él ni dar explicaciones. Su mente está llena de pensamientos contradictorios. ¿Qué había significado esa noche para él?
—Confío en que me hayas hecho viajar por un asunto verdaderamente urgente, madre.Después de un viaje largo y agotador, Alejandro llega a Valdoria. Sale casi sin aviso de Monteluce, dejando atrás la mansión Ferraro apenas recibe la llamada de su madre. Ahora, al cruzar la puerta del despacho, la ve sentada frente a su escritorio, esperándolo.—¿No me saludarás, Alejandro? —dice, su tono suave pero cargado de descontento.—Buenos días , madre —saluda mientras se sienta frente a ella.—Voy a pedirle a Rómulo que te traiga algo para beber, ¿Que prefieres? ¿Té o café?—Prefiero un vaso de whisky, ya tomé café en el avión —responde, mientras se recarga en el respaldo de la silla, buscando algo de comodidad tras el largo trayecto —. Ve al grano, madre.Luciana lo observa fijamente, su voz suave pero cargada de seriedad.—Quiero que recuerdes a cada instante el motivo por el cual te casaste con Valentina Baeza, Alejandro. Él la mira, un tanto cansado, y responde con una mezcla de frustració
El motor ruge con fuerza mientras Alejandro conduce a toda velocidad. Su mandíbula está tensa, los nudillos blancos por la presión con la que agarra el volante. La rabia le sube por la garganta como una oleada de fuego. La llamada todavía retumba en su mente.—Ese Luca Moretti no sabe con quién se está metiendo —escupe entre dientes, golpeando el volante con la palma.Pero algo lo inquieta, algo que no logra admitir. ¿Es realmente la propuesta descarada que la secretaria de Moretti le transmitió lo que lo altera… o hay algo más? Una imagen le atraviesa el pensamiento: Valentina, con su sonrisa franca, sentada junto a Moretti, hablando, riendo, compartiendo miradas.Siente un nudo en el pecho. No puede evitarlo. La idea de que trabajen juntos lo envenena por dentro.—No… no puedo sentir esto —susurra con voz ronca, como si al decirlo pudiera arrancárselo de raíz.Se obliga a mirar al frente, a concentrarse en el camino, pero la verdad ya lo ha alcanzado. —No puedo sentir nada por la h
Los días transcurren lentamente en la mansión Ferraro, y Valentina comienza a sentir cómo la pesada rutina de este lugar la ahoga. No tiene noticias de Alejandro. Nadie la deja salir, nadie le da una respuesta clara. ¿Dónde está Alejandro? ¿Por qué no la ha llamado? Está atrapada en un lugar donde las paredes parecen presionarla hacia el olvido.Está de pie en el salón, mirando por la ventana hacia el jardín vacío, cuando de repente su teléfono suena. Un número familiar aparece en la pantalla: su padre. Sin pensarlo demasiado, desliza el dedo para responder.—Hola, papá —dice Valentina, forzando una sonrisa.La voz de su padre resuena cálida y preocupada al otro lado de la línea.—¿Cómo estás, hija? ¿Todo bien? Hace días que no sé nada de ti.Valentina se tensa al escuchar la pregunta. La verdad es que no está bien, pero no quiere preocuparlo. Además, en su mente, ya ha aprendido a mantener las apariencias, como siempre.—Sí, papá, estoy bien —responde con una sonrisa falsa que ni el
Valentina Baeza está sentada al borde de la cama, rodeada por el silencio opresivo de una habitación lujosa en un hotel. Lleva puesto un vestido blanco que pesa más de lo que debería. Frente a ella, el espejo le devuelve la imagen de una mujer que no reconoce: ojos apagados, labios tensos y un corazón golpeando con fuerza en el pecho.La puerta se abre de golpe. No necesita girarse para saber quién ha entrado. Su presencia llena el espacio como una tormenta: Alejandro Ferraro. Su fragancia, una mezcla de alcohol y perfume caro, llega antes que él. Cuando se acerca, Valentina siente el calor de su cuerpo y la tensión densa en el aire.—Valentina... o mejor te llamo Señora de Ferraro —dice él con una voz burlona y cínica.Ella levanta la vista para encontrarse con la suya. Sus ojos marrones la escudriñan con una intensidad que la hace desear desvanecerse en la nada. Hay algo en él que la aterra y la atrae al mismo tiempo.Él se tambalea ligeramente al acercarse más; su aliento delata qu