POV VITTORIA ROMANOVA
Al abrir los ojos esa mañana, lo primero que vi fue su rostro bañado por la luz tenue que entraba a través de las cortinas. Parpadeé lentamente, tratando de enfocarlo bien, y sentí un leve tirón en mi abdomen, como si algo dentro de mí respondiera solo a su presencia. Su cabello caía sobre la frente de manera desordenada, como si el sueño le hubiese acariciado la cabeza durante horas. Pude notar con detalle sus pestañas largas, la forma recta de su nariz, algunos pequeños lunares desperdigados por su piel, los labios carnosos, la línea perfecta de su mandíbula...
Él era tan hermosamente humano que dolía.
Mis manos hormigueaban con el impulso de tocarlo, de recorrer su piel con la punta de mis dedos, como si eso pudiera hacer que todo fuera real, que este instante me perteneciera. Pero sabía que, si lo tocaba, se despertaría. Y así, dormido, se veía... accesible. Inofensivo. Como si no cargara con todo el peso de su nombre, su sangre, su pasado. Como si yo pudiera