La mente de Huntley se quedó en blanco, el corazón le latía con fuerza y, para cuando reaccionó, Polo, que estaba frente a él, le sonreía amistosamente.
Ese suave abrazo representaba la amistad.
Pero para él era un tesoro que atesoraría para siempre.
Huntley se quedó helado y luego se rió abiertamente, sus pasos mucho más ligeros, caminando a cierta distancia y luego volviéndose para saludarle enérgicamente hasta que su figura quedó completamente cubierta por la noche.
Polo permaneció un rato en el patio.
Mientras soplaba la brisa nocturna, respiró hondo y aceleró el paso para entrar en la casa.
Se moría de ganas de abrazar a su propia mujer y olerla.
Sin embargo, una sombra oscura pasó por los arbustos no muy lejos, y un teleobjetivo se retraía lentamente ...
...
Polo acababa de entrar y, en lugar de encontrar a Lucía, sintió un aroma que salía de la cocina.
Sonrió, se acercó a grandes zancadas y abrazó con fuerza a la mujer ocupada por detrás.
—¡Ah!— Lucía se abalanzó sobre él y leva