**CAMILA**
Trago saliva y contesto, intentando sonar natural, aunque la voz me tiembla como si estuviera caminando sobre un hilo invisible, a punto de caer en cualquier momento.
—Hola, amor… —mi tono se esfuerza en sonar ligero, como si nada pasara, aunque siento que cada sílaba me delata.
—¿Cómo estás? —me pregunta Henry, con ese tono dulce y seguro que siempre logra tranquilizarme, o al menos debería hacerlo. Pero hoy no funciona igual. Hoy su voz me llega lejana, como si tuviera un eco que rebota contra la presencia que tengo justo delante de mí—. Perdóname por no estar contigo, tuve que salir a hablar con el sacerdote para lo de la ceremonia religiosa.
Cierro los ojos un segundo, me obligo a sonreír, aunque él no pueda verme. Me aferro a esa sonrisa como a una máscara que me protege.
—No hay problema, te entiendo—respondo, midiendo cada palabra, cuidando de que no suenen a mentira.
Pero la verdad es que no está todo bien. No cuando Leonardo, a pocos pasos de mí, no aparta los ojos