34. El Supremo se acerca
Stefanos
El olor a sudor, polvo y furia impregnaba el campo de entrenamiento.
Los lobos se habían dispersado, dejando solo rastros de la lucha en los surcos profundos del suelo. El eco de los golpes aún parecía vibrar en el aire, como un recordatorio mudo de la violencia que había ocurrido allí.
Pero yo aún no estaba satisfecho.
Mis manos se cerraban en puños mientras me alejaba, intentando expulsar la inquietud que ardía bajo mi piel. Mi lobo estaba furioso, gruñendo dentro de mí como un animal enjaulado.
Era irracional.
Era inaceptable.
Y, sobre todo, era por causa de ella.
La visión de ese maldito guerrero sobre Nuria aún estaba grabada en mi mente, cada detalle corroído en mi memoria como hierro al rojo vivo. El modo en que sonrió. El olor inmundo que exhalaba cuando la inmovilizó en el suelo.
La manera en que sus ojos se abrieron asustados.
Y, sobre todo...
La forma en que mi cuerpo reaccionó antes de que mi mente pudiera pensar.
Lo arranqué de encima de ella.
No como un Alfa cor