El eco del golpe seco de la puerta del despacho al cerrarse aún vibraba en la mente de Alessandro Bianchi.
El enfado de Daryel, su osadía al golpearlo, había sido castigada brutalmente.
Él se quedó inmóvil por un momento con la mano aún caliente por el contacto con la piel de ella, sintiendo una mezcla turbulenta de furia y un deseo oscuro que solo se aplacaba con la dominación.
En ese instante, la puerta del pasillo se abrió y Sofía apareció.
Corrió a los brazos de Alessandro y lo abrazó con una fuerza desesperada, y su rostro hundiéndose en el traje de él.
Su voz era un hilo de alivio.
- ¡Alessandro!
Su preocupación era genuina.
- ¡Qué alivio! Pensé que algo malo había pasado. Después de lo de anoche. ¿Estás bien? ¿Qué ocurrió?
Alessandro se quedó rígido.
El contacto de Sofía era suave, consolador, una antítesis del fuego y la resistencia de Daryel.
Al sentir la pureza de su preocupación, una punzada inesperada y desconocida lo atravesó.
Era una mezcla de fastidio por la intro