DANTE
Las líneas en el techo se hicieron lentamente claras con la luz del día que se filtraba a duras penas por el umbral.
Mis ojos ardían con solo parpadear: síntomas del insomnio al que me había sometido involuntariamente.
Por primera vez en años cuestioné mis decisiones y sentí el peso de los hubieras. Bastaba con no irme aquella noche, y toda esta historia ahora sería completamente diferente...
Después de unas pocas horas, Dylan y mi padre, con resaca, se despertaron y se marcharon de prisa debido a una reunión importante que tenían.
Me bañé y me vestí con rapidez, mirando el reloj cada dos segundos. Finalmente, escuché la puerta principal abrirse.
Me dirigí hacia la sala. Sentí un gran alivio al ver a quien esperaba desde ayer, pero hoy fue que se dignó a aparecer.
—Creí que tendría que traerte a rastras desde San Diego —dije, cruzándome de brazos.
Mario levantó una ceja, mirándome como si fuera el mayor de los descarados.
—¿En serio? ¿Así saludas a tu mejor amigo que acaba de ca