DANTE
Una pequeña risita de mi padre rompió el silencio. Dylan y yo miramos en su dirección.
—Me parece mentira estar los tres juntos nuevamente —nos miró, tambaleándose un poco en su asiento y extendió sus brazos hacia cada uno, colocando sus manos en nuestra espalda— Saben, estoy muy orgulloso de los dos, de los hombres en que han logrado convertirse con y sin mi ayuda.
—Papá, ya estás un poco ebrio, ¿No crees? —señaló Dylan.
—Pienso lo mismo, deberías irte a acostar —agregué, sujetándolo.
—Es que estoy muy feliz, ¡Quería celebrarlo! —exclamó con una gran sonrisa— Pero les haré caso y mañana seguimos con la charla.
Papá se levantó abruptamente y, al verlo tambalear, Dylan y yo nos levantamos al mismo tiempo y lo sostuvimos, evitando su caída.
Coincidimos de nuevo al soltar un suspiro de alivio, nos miramos y no pudimos evitar reírnos de la coincidencia.
—Mejor lo llevo yo mismo a la habitación —le informé.
Empecé a caminar con mi padre de un lado, apoyando su brazo alrededor de mis