Después de darle tantas vueltas al asunto, de meditarlo toda la noche, finalmente tomé una decisión.
Melisa me miraba con los ojos agrandados, sin parpadear y la boca entreabierta. Moví la mano frente a su cara.
—Oye, tampoco es para tanto.
Melisa pestañeó por fin, y enseguida se inclinó hacia mí agarrando mis hombros.
—¿Qué no es para tanto? —habló con un tono dramático—. Mi mejor amiga desaparece por todo un día y no viene a la universidad. De todas las llamadas y mensajes que le envie solo responde con uno diciendo: “no te preocupes estoy bien” y hoy re