HARPER
El ascensor subía tortuosamente con una lentitud. Cada número que se iluminaba en el tablero parecía burlarse de mí, contando los segundos que me acercaban a un encuentro que no estaba segura de querer. O tal vez sí lo quería, y ese era el problema. La carpeta de cuero de mi padre quemaba en mis manos, una excusa tan frágil como el autocontrol que me quedaba.
—Quince… dieciséis… diecisiete… —repetí los números como tonta.
Afortunadamente estaba sola o pensarían que era mi primera vez en un elevador.
Mis mejillas ardían, mis labios entreabiertos por el nerviosismo, y mis ojos parecían los de alguien que estaba a punto de cometer un error imperdonable.
Veintidós.
Veintitrés.
«Solo le daré la carpeta a Grace y me iré. Es todo. Tal vez no tenga que verlo»
Veintiocho.
Salí de la cabina como si me hubiesen empujado. Caminé en medio de los pasillos, esperando que mi andar no fuera tan torpe y que el temblor en mis piernas estuviera solo en mi cabeza.
Forcé una sonrisa a todos los que