Siete años…
Siete malditos años, y sus labios seguían tan suaves como los recordaba, aún temblaba bajo mi tacto, aferrándose a mí como si temiera desvanecerse.
Sin embargo, este beso es todo menos tierno, ni dulce. Es una descarga eléctrica, un choque brutal de toda la mierda que habíamos callado durante todo este tiempo.
Una maldita tormenta me rompía por dentro, arrasando con mi puto orgullo, mezclando la rabia con un deseo infernal.
Sus mejillas, aún con rastros de húmedad, rozaban las mías. Mis manos subieron, tomando su rostro con delicadeza, moviendo mis pulgares sobre sus pómulo