Mis ojos se encontraron con los suyos, solo por un segundo, y fue él quien los apartó de inmediato. Sin ningún gesto, su expresión permaneció incorruptible.
Dante vestía con ese descuido elegante que lo distingue entre cualquiera. Un saco negro sin abotonar, el cuello de la camisa vino tinto abierto sin corbata, pantalón formal y ese reloj Panerai negro que tenía en la tarde.
El cabello peinado hacia atrás con algunos mechones cayendo con rebeldía, era el último toque para esa mezcla de sofisticación y peligro que nadie lograría copiarle.
La mujer a su lado sonreía mientras sus ojos recorrían el lugar. Era muy hermosa, alta, elegante, y su silueta en ese vestido esmeralda de satén la hacía resaltar.
Sentí mi estómago contraerse.
Ellos parecían la pareja perfecta, sacados de una portada de revista.
Ambos llegaron a nuestra mesa. Dylan abrazó a Dante y él le correspondió un poco menos efusivo, y con una pequeña sonrisa cerrada que alcanzaba sus ojos.
—Qué casualidad encontrarte aquí —di