La primera ecografía
Ariana Prescott La vida empezaba a tomar una forma distinta. No es perfecta. No es fácil. Pero distinta. Me levantaba temprano, desayunaba con mi padre o, si él ya había salido, con alguno de mis hermanos que hacía escala en casa antes del trabajo. Caminaba hasta la parada del bus con un café descafeinado entre las manos, me sentaba siempre en el mismo asiento y miraba por la ventana cómo Toronto despertaba. En la oficina, había aprendido a anticiparme a las tareas, a preparar el café antes de que lo pidieran, a organizar la agenda del jefe sin que él tuviera que darme instrucciones dos veces. Pequeñas rutinas que en varios días se convirtieron en pequeñas victorias. A veces incluso me encontraba sonriendo mientras contestaba llamadas, sintiendo que podía tener control sobre algo en mi vida. Pero siempre, sin excepción, había un momento del día en que su recuerdo se colaba sin permiso. Un olor, una f