El golpeteo en la puerta se repitió, aunque más insistente esta vez lo que hizo que Leonor mirara a Gabriel a la espera de una reacción, mas él siguió en lo suyo hasta que una voz se escuchó detrás de la puerta.
—Gabriel, ábreme, por favor —dijo la voz firme y segura de Emily, que no admitía demoras.
Gabriel lanzó una rápida mirada a Leonor y a Clara, que seguía jugando con el pequeño gatito sobre la camilla. Sus manitas acariciaban al animal con tanta ternura que este ronroneaba satisfecho. Cada movimiento de la niña parecía transmitir alegría pura, y de algún modo eso suavizaba la tensión que aún persistía en el aire.
—Discúlpenme un momento —murmuró Gabriel, dejando a un lado el estetoscopio y acercándose a la puerta.
Abrió y Emily apareció, impecable en su traje de marca y cabello perfectamente peinado. Su sola presencia llenaba la sala de autoridad y elegancia, pero también traía consigo un aire de confrontación implícito.
—Emily —saludó Gabriel con neutralidad, tratando de