Para Emily todo se resumía en Leonor: Leonor era la culpable de todo, Leonor había dañado la relación, Leonor le había quitado el amor de Gabriel y era la razón por la que él estaba molesto, distante, imposible de alcanzar.
Y lo que más la desgarraba era esa sensación injusta de que la mentirosa, la que había escondido su identidad, la que había jugado con todos, fuera justamente la que terminaba con Gabriel en el corazón, mientras ella se quedaba vacía.
No podía aceptarlo, no podía permitir que la vida la pusiera en el papel de la “sustituta eterna”.
Emily se sentó en el borde de su cama, respirando profundo como si eso fuera a ordenar el caos en su cabeza. Tenía los ojos hinchados de llorar, sentía rabia, frustración; se sentía traicionada y, sobre todo, abandonada.
Llevaba semanas intentando disfrazar esa rabia de preocupación, pero ya no funcionaba.
—No es justo… —murmuró, apretando los dientes.
Se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en las piernas. Su respiraci