Cuando por fin se desvían de la ruta y toman un camino de tierra, la señal de los teléfonos empieza a debilitarse. El paisaje se abre en campos oscuros, árboles dispersos, alguna luz lejana de una casa aislada.
El refugio aparece como una construcción baja, rodeada de un alambrado alto y con una tranquera pesada. Hay cámaras en los postes, luces de sensor, un par de vehículos estacionados a un costado. Desde afuera parece una casa rural común, pero el sistema de seguridad delata que detrás de esa fachada hay algo más.
Liam baja primero, abre la tranquera con una llave que Amara le dio antes de irse y hace señas para que entren. Cristóbal aparece desde el porche, con una linterna en la mano. –Al fin –dice. – Estábamos empezando a pensar que te habían parado en el camino.
–No les des ideas –responde Liam, mientras abre la puerta trasera para que Lucero baje. – Ellos no necesitan sugerencias.
Lucero se baja y mira alrededor con curiosidad. –Es enorme papi –dice.
–Y feo –aporta Leon