Liam parpadea, confuso y desconcertado. –¿Qué? –Su sonrisa vacila por un instante, como si la realidad tardara en asentarse en su mente. Pero se recupera rápido, con esa seguridad que siempre lo caracteriza. –Amara, es demasiado temprano. No tienes que hacer esto ahora.
Amara respira hondo, pero su pecho se siente apretado, como si el aire se negara a entrar. Aprieta la tela de su blusa entre los dedos, tratando de anclarse a su decisión, a esa pequeña chispa de cordura que aún le queda. No puede mirarlo a los ojos, no cuando su corazón aún late con fuerza por la noche que compartieron. –Tienes que irte Liam –su voz es baja, pero firme, aunque cada palabra le pese como una sentencia. –No hagas las cosas más difíciles.
Él se incorpora lentamente, apoyando los antebrazos en la cama, observándola con una intensidad que la hace sentir desnuda, vulnerable. Su mandíbula se tensa, porque no le gusta lo que está escuchando. –¿Por qué me dices esto? –pregunta finalmente, con una calma