Amara abre los ojos y encuentra los de él, oscuros, tormentosos, llenos de una intensidad que la deja sin palabras. Sus dedos se aferran a su espalda, como si temiera que esto fuera un sueño del que podría despertar en cualquier momento. –Más… –susurra, y esa única palabra lo desarma por completo.
El deseo crece entre ellos, expandiéndose como una tormenta que amenaza con arrasarlo todo. Amara se abandona por completo al torbellino de sensaciones, sintiendo cada caricia como un incendio que la consume desde adentro. Sus caderas se mueven en un ritmo que él sigue sin esfuerzo, sus cuerpos buscan el punto exacto donde la realidad se disuelve y solo queda el placer inminente.
La penetra con una delicadeza reverente, su mirada está atrapada en la de ella, como si quisiera asegurarse de que cada movimiento, cada roce, fuera perfecto. Se mueve con lentitud al principio, atento a cada reacción de Amara, asegurándose de que el placer supere cualquier resquicio de dolor. Amara se aferra