Amara siente que se le corta la respiración. Se acerca, con las manos temblorosas, buscando refugio en la presencia de Liam. –Haré lo que sea necesario –susurra, aunque su voz no logra ocultar el miedo. – Solo… no permitas que Kate llegue a mí.
Carlota no responde de inmediato. La mide de pies a cabeza, como un soldado mide a un recluta que sabe que podría fallar en combate. –Que quede claro entonces –dice al fin. – Si esa mujer pone un pie en esta propiedad, no habrá negociación. No habrá misericordia. Haré lo que haga falta para detenerla… aunque tenga que convertir esta mansión en un campo de batalla.
Cuando la noche cae, la mansión se convierte en un refugio blindado. Sin embargo, entre sus muros se respira un aire enrarecido. Todos sienten que la amenaza se cierne sobre ellos, invisible, impredecible.
Amara no puede dejar de mirar a Liam. Lo ve caminar por la sala, hablando con Carlota, revisando los accesos, dándolo todo para protegerlos. Y sin embargo, dentro de ella, el mie