Amara se tambalea hacia un lado, con la mejilla ardiendo, los ojos abiertos de par en par, la respiración cortada.
–¡Todo esto es tu maldita culpa! –escupe Ayslin, con lágrimas en los ojos y la voz quebrada por la rabia. –Tienes que decir toda la mierda que ocultas de una vez por todas. ¡No voy a permitir que tus secretos lastimen a mi hija!
Liam se queda helado. Da un paso al frente, con el ceño fruncido, la voz cargada de desconcierto. –¿Ayslin, qué demonios te pasa? –pregunta, casi gritando, incapaz de comprender lo que acaba de presenciar.
Lucero se abraza a la pierna de su madre, asustada, mientras los guardias miran tensos, sin atreverse a intervenir.
Amara, con la mano sobre la mejilla enrojecida, da un paso atrás. Sus ojos brillan, no solo por el dolor físico, sino por el miedo de que Ayslin revele, ahí mismo, lo que ha guardado como un tesoro maldito. –Ayslin, por favor… –su voz se quiebra en un ruego desesperado. –No hagas esto aquí.
Pero Ayslin no se detiene. Da otro p