Pero él, con un esfuerzo que le duele en el alma, la detiene. Sus dedos rodean con firmeza su muñeca. La mirada que le lanza es un grito ahogado. –¡No! –exclama con desesperación. –No puedo seguir con esto. No debo. ¡Esto no debe continuar!
Ella lo mira, inmóvil, sorprendida. No por su negativa, sino por la manera en que le tiembla la voz. –Amo a Amara –insiste, con los ojos llenos de contradicción. –Y aunque desearía mentirme, aunque parte de mí anhele perderse en ti… ella no se merece esto. No se merece esta traición, esta doble vida. ¡No se lo merece!
Úrsula da un paso atrás, herida. Pero no se rinde. –¿Y tu sí te lo mereces? –le lanza. – ¿Mereces vivir una mentira? ¿Pasar el resto de tus días acostado con una mujer mientras sueñas con otra? ¿Eso es amor, Cristóbal?
Él cierra los ojos con fuerza. Su cuerpo vibra de tensión. Está desgarrado por dentro. –Yo no elegí esto –musita, más para sí que para ella. – Yo no elegí enamorarme de la única mujer que jamás podría tener.
–¿Y qui