Capítulo 74

Mayo.

Dos meses.

Ella siguió con sus estudios, los mismos espíritus de siempre poseían la mansión, la llorona, la que hablaba sola. Desde la terraza la veía caminar por el jardín como un animal salvaje, cabello suelto, descalza en medio de las flores y un libro en las manos. Siempre hacía lo mismo en sus ratos libres. Yo me

dediqué a hacer lo que mejor sabía: evadir, controlar.

Las discusiones empezaron a ser más frecuentes, absurdas y necesarias. Era como si ambos buscáramos cualquier excusa para lanzarnos una bomba y mantenernos lejos. Su odio hacia mí crecía cada vez más, así como la idea de fastidiarme cada que podía.

Era lo mejor para ambos.

Al menos eso me repetía cada maldita noche mientras me servía un whisky.

Entré a la mansión directo al bar con la única intención de ahogar un mal día en whisky. Nada podía ser peor. Error.

Me detuve en seco. El piso estaba lleno de manchas; la vena de la sien me latía como tambor de guerra. Levanté la vista y, por supuesto, allí estaba:
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