La primera semana de julio llegó más rápido de lo que esperaba. Ya no había marcha atrás. El viernes había llegado: el maldito cóctel de máscaras en la mansión de Alexander Crane.
La boutique cumplió con mis órdenes: los trajes fueron entregados como lo exigí. Denayt… era la pieza más importante de mi tablero, así que no bastaba con un vestido cualquiera; ella tenía que iluminar la noche y al mismo tiempo oscurecer todo a su paso.
Contraté a una maquillista, de las mejores, no solo por su discreción, también por la precisión con la que trabajaba. Quería perfección. Y vaya que lo conseguí.
Estaba en la sala, revisando el reloj, cuando la mujer salió con una sonrisa satisfecha.
—Señor Vincent, su novia quedó mucho más hermosa de lo que ya es —comentó, con un guiño cómplice.
Apreté la mandíbula hasta escuchar el rechinar de mis propios dientes.
Novia. Qué palabra más absurda, más repugnante… pero en ese momento no podía permitirme la corrección. Tragué mi disgusto y me limité a asenti