Esas últimas palabras no las entendí. Como si fuera lo más normal del mundo empezó a enumerar algunas cosas que teníamos que hacer. Para ese viernes debía estar lista porque saldríamos a comer, según lo que entendí, era necesario que empezara a acostumbrarme a estar en lugares públicos con él. En ese momento olvidé cómo se respiraba. Sentí que el aire me abandonaba de golpe y que mi pecho se cerraba, como si de pronto hubiera paredes dentro de mí. Mis manos temblaron debajo de la mesa y un calor sofocante me subió hasta la garganta. No podía escuchar con claridad, solo fragmentos: “compras… menos de quince días… evento… cóctel de máscaras… vals…”
Mi mente se quedó en blanco, todo a mi alrededor se volvió ruido y el suelo pareció ceder bajo mis pies. Me levanté de golpe, sin pensar, buscando aire.
Vincent se incorporó sin ningún tipo de expresión. Me tomó del brazo, no con fuerza, tratando de hacerme regresar.
—Respira —ordenó con su voz grave, sin elevar el tono. Su mirada era hielo