Vincet.
Tres golpes en la puerta de mi oficina me sacaron de concentración. Gabriel apareció con esa sonrisa que, en ocasiones, me sacaba de quicio. Elevó una ceja y frunció los labios en una mueca burlona.
—Vaya, qué cara.
—La misma de siempre —respondí sin despegar la vista de la pantalla de la laptop.
—¿Amanecimos de malas hoy? —soltó una risita, arrastró la silla y se sentó— ¿Qué carajos te pasó en la mano? No me digas que querías comprobar si aún te corre sangre por las venas.
Su risa se apagó en cuanto levanté la mirada hacia él. Levantó la palma en un gesto de paz. Bajé la mirada hacia la venda; lo primero que tuve que hacer antes de llegar al casino fue pasar por la clínica para que me cosieran tres puntos. El resto… bueno, el resto no valía la pena recordarlo.
—Cambiando de tema, ¿cómo van los preparativos?
Lo miré de reojo. Él rodó los ojos como si ya conociera de memoria mi forma de dar rodeos.
—Sabes a lo que me refiero. Falta menos de quince días.
—Todo normal —dije con