Denayt.
Todo lo que había pasado esa noche me tenía tan desconcertada. Desde el vestido, hasta la cena. De verdad pensé que nada podía sorprenderme más.
Jamás imaginé lo que encontraría al entrar a esa sala. Estaba tan feliz, ver a mis hermanas era como recargar energías a la vez que deseaba salir corriendo de la mansión de hielo y regresar con ellas.
…
Sentí que me arrancaban el pecho. El dolor y la emoción me atravesaban al mismo tiempo, sin darme tregua. Ver a mis hermanas tan felices, con ropa nueva, con comida… eso jamás había pasado. Siempre fue lo justo. Lo usado. Lo necesario. Nunca algo más.
Y ahí estaban, sonriendo, agradeciendo como si yo realmente hubiese sido la responsable. Como si de verdad pudiera permitirme algo así.
Me ardían los ojos, me dolía el pecho, y sin embargo… también sentía una ternura que me partía por dentro. Quise creer que era un gesto navideño. Una caridad inesperada. Tal vez el “caballero de hielo” tenía un corazón bien escondido bajo esa coraza.
E