Mientras observaba el amanecer desde el balcón del faro, Aileen permanecía inmersa en sus pensamientos. Se le había metido en la cabeza, desde hacía un par de días, la idea de estar llevando una doble vida. Desde el momento cuando Pablo había empezado a salir con Marize, algo más de dos semanas atrás, no había dejado de sentirse mal. Había llorado varias noches; al levantarse en las mañanas no creía tener la fuerza necesaria para afrontar el día, había momentos en los que sentía cómo la pena de no tenerlo se convertía en dolor físico, y, sin embargo, cuando salía con Harry Williams mostraba un rostro y una actitud totalmente diferentes, en donde una supuesta felicidad era la encargada de reinar. Sin embargo, no entendía el motivo por el cual se estaba viendo profundamente afectada. No había llegado a tener una relación seria y mucho menos duradera con su vecino, tampoco había sido receptora de grandes promesas o alentadoras propuestas. Pero ahí estaba, a diferencia de su hermana,