A pesar de la caballerosidad del teniente Williams, Aileen aún no se sentía cómoda. Mientras decidían a cuál de todos los restaurantes entrar, su mente se trasladó a la casa de su vecino. Recordó los pocos pero buenos momentos disfrutados en aquel lugar. Eran su estudio, la sala, e inclusive la cocina, sitios en donde, no solamente había sentido una muy buena energía, sino también donde se había sentido totalmente a gusto. Sería muy difícil llegar a sentir algo similar al lado del policía, de eso estaba totalmente segura. Mientras continuaban dando pequeños pasos, recordó una de las lecciones de la lectura del tarot, aprendidas de la gitana en su lejana Atenas: “las cartas indican un camino, pero ese camino está sujeto a posibles cambios si la persona actúa con ese fin”. Se extrañó de no haber recordado aquella frase antes. Seguramente las emociones y la frustración se lo habían impedido. Pero entonces, ¿qué sucedería en caso de querer cambiar las cosas? Era algo que deseaba con