Esto ya no era el paraíso, en realidad parecía estar muy lejos de serlo, y se preguntaba si alguna vez lo había sido. Lo peor había sido el momento cuando sintió el metal de las esposas cerrarse alrededor de sus muñecas. Nunca imaginó llegar a estar en esa situación. Por breves instantes recordó las marchas contra el gobierno, organizadas por los estudiantes universitarios en sus épocas de colegio. Había visto por televisión cómo la fuerza policial abusaba de su poder, golpeaba a los manifestantes y los arrestaba por el solo hecho de tratar de defenderse. Durante su último año en la secundaria, pocos meses antes de viajar a Canadá, había participado en una de esas marchas en compañía de su novio. Él era un año mayor y ya cursaba su primer año de derecho en la Universidad de Atenas. Protestaban por los recortes en el presupuesto de educación. Era una mañana soleada con una temperatura bastante agradable y, según sus cálculos, más lo que la televisión diría esa noche, habría más de