—Hecho.
Colgó y Alejandro se quedó con la sonrisa instalada. Luciana me invita a salir… pequeña ausencia, gran efecto, pensó.
—Conduzca más rápido, por favor —ordenó al chofer—. No quiero que Luciana espere.
***
Una hora después, al caer la tarde, el auto se internó en el centro de Muonio y se dirigió al Restaurante Ágave.
En recepción, Alejandro se anunció:
—Reservación a nombre de la señora Luciana Herrera.
—Perfecto, señor. Sígame.
Lo guiaron hasta un privado.
—Adelante, señor Guzmán.
El camarero se retiró y Alejandro entró con una sonrisa perfectamente medida.
—Luci…
—Señor Guzmán. —Luisa se puso de pie con una sonrisa tensa—. Buenas noches.
Alejandro frunció el ceño:
—¿Qué haces aquí? —Barrió la habitación: Luciana no estaba.
—Verá… Luciana no vendrá. Fui yo quien lo citó esta noche.
—¿Tú? —soltó una risita incrédula—. Qué curioso; nadie me avisó…
Su expresión se ensombreció de golpe. Ató cabos:
—Así que fue ella quien te ayudó a engañarme.
—Señor Guzmán… —Luisa tragó saliva—. No