Lo tomó tan de sorpresa que su mente se quedó en blanco. ¿Cómo responder a eso?
—¿Tío…? —insistió Alba, con la misma expresión inocente y anhelante.
Alejandro, sin otra opción, improvisó:
—Bueno… “papá” es alguien parecido a la mamá. Para que un niño o niña llegue al mundo, se necesita a ambos: papá y mamá.
—Entonces… —Alba frunció el ceño, intentando procesar—. ¿Alba también tiene un papá, cierto?
—Sí —contestó él, con un leve nudo en la garganta, sin saber si debía asentir—. Tienes un papá, claro.
Alba se mostró más confundida, entrecerrando los ojos como si tuviera miles de preguntas.
Alejandro le acarició el cabello y preguntó con suavidad:
—¿Por qué la curiosidad, pequeña?
—Es que… —La niña entrelazó sus deditos—. Hoy, esa abuela… —Se detuvo para aclarar—: No tú, tío, sino el otro tío, el que está dormido y es muy guapo…
—Ajá, entiendo —asintió él. Sin duda hablaba de Fernando—. ¿Y qué pasó con ese tío?
—Pues… la abuelita dice… que él sea mi papá —explicó Alba con un gesto de duda