Cuando las puertas terminaron de cerrarse, su expresión se transformó por completo y frunció el ceño, sombrío. Entrecerró los ojos mirando la ranura del ascensor. “Es doctora con un título de posgrado; por más que ahora no pueda ejercer, ¿tenía que acabar en este lugar, inclinándose ante la gente?”
—¿Señor Guzmán? —Luisa se fijó en él con cautela—. ¿Pasa algo?
—No, nada —contestó, volviendo la vista hacia ella. La observó unos segundos y, de pronto, comentó—: Por cierto, no te hagas más arreglos en la cara.
Luisa se quedó helada.
—¿No te gusta cómo quedó? —preguntó, sintiéndose incómoda. “¿Es por Luciana…?” pensó.
Al inicio de su carrera, Luisa tenía cierto parecido con Luciana; por eso, incluso, había empezado usando un nombre artístico igual. Pero a Alejandro nunca le gustó esa coincidencia y le prohibió emplearlo.
Tiempo después, entró formalmente al medio y fue reclutada por el Grupo Guzmán, en parte, por ese parecido con Luciana.
Luisa había sacado ventaja de esa apariencia y come