Su voz sonaba tranquila; no era fácil discernir si estaba realmente interesada o si escondía alguna otra intención. Luciana no supo qué pensar, pero respondió con un simple:
—Sí… —sin querer entrar en más detalles.
—Vaya —comentó Mónica, con la vista fija en su abdomen—. Debe ser maravilloso. Alex seguramente adora a ese bebé.
Luciana frunció levemente el ceño. Recordó de pronto que quizá Mónica ignoraba todo lo que había ocurrido con el embarazo—o tal vez creyera otra historia. De cualquier modo, no le interesaba aclararle nada. Al fin y al cabo, el bebé sí era de Alejandro.
—Así es —asintió ella, sin ganas de profundizar.
—Me lo imaginaba… —murmuró Mónica, esbozando una sonrisa apagada. Aunque por dentro, se le encendía una ira recubierta de malicia. En apenas un año, su vida se había arruinado por completo mientras que Luciana parecía disfrutar del mejor destino.
“¿Por qué tengo que quedarme de brazos cruzados mientras ella lo consigue todo?”, pensó Mónica, sintiendo una punzada de