Y también vio a Clara, quien, en cuanto la vio descender del vehículo, se lanzó contra ella, apuntándole con un dedo acusador.
—¡Luciana! —espetó Clara—. ¡Quiero que me expliques cómo fue que mataste a tu padre!
—Quítate de mi camino —contestó Luciana, con la voz fría—. Hoy es el funeral de papá. No quiero decir nada que perturbe su descanso.
Clara enmudeció unos segundos, con el rostro contraído por la furia.
—¿Te atreves a hablarme así?
Luciana se limitó a alzar una ceja con desdén.
—¿Quieres saber si me atrevo? Velo por ti misma.
Antes de que Clara pudiera replicar, Juan y Simón aparecieron por ambos costados y la sujetaron fuertemente.
—¡Suéltanme! ¿No saben quién soy? ¡Atrévanse a tocarme! —gritó ella, contorsionándose para zafarse.
—¿Quién eres tú? —replicó Luciana con un deje de desprecio—. La mujer que engañó a mi padre durante años… Él no querría verte aquí. Hazme el favor de no dar un solo paso hacia su velatorio.
Luego, volviéndose hacia Juan y Simón, añadió—: ¡Chicos!
—Sí,